No tengo deseos de desempacar equipaje, recordar que vi el agua descansar entre la sombra de una tarde divina y caribeña, olvidarme del hastío de vida miamense, ver como se dejan llevar las hebras de mi pelo, por la cálida brisa de una noche cualquiera, pero única, al menos para mí.
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Una canción de Beatles me recuerda que la felicidad es una vaina complicada, mientras escucho aun el murmullo de unas olas nocturnas, y recuerdo el resplandor de un sol ardiente, enredado en nubes de ensueños, disfruto la expresión de una sonrisa disimulada de un bebé que siento mío, de unas cuantas botellas de cerveza y los pocos deseos de que el tiempo se me fuera.
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Volvió Juanita pero esta vez a su rincón manipulador, donde el que queda atrás no importa, donde no te dan la mano en la derrota, solo piezas rotas de una porcelana que poco importa.
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Quisiera remontarme a años atrás, pero ensimismada en mi rosado entorno, busco las razones para seguir degustando de ese verano mental que aletarga mis pesares y aun no me regresa a la monotonía absurda de la vida que he de llevar, mientras vuelvo a ver el equipaje aun en la puerta e invento las excusas para evitar desempacar.
