Aroma de té, el mar
se viste de azul y más que nunca dibuja sonrisas y achica estómagos.
¿Por qué un
segundo de paz no es suficiente?
Hoy confieso: Ayer salí del laberinto a tomar
aire fresco porque me dolía el pecho y
me atrapó el desasosiego.
Cuento las horas para el té, que ahora es negro y mañana
verde. Hoy no lo será.
Y es que mientras caminaba, el olor a primavera apresurada
me tomó del pelo y calmó mis ansias, mi corazón dejó de latir por un segundo,
estuve en paz, pero luego volvió a la carga.
Melodía en mis oídos, distrayendo
un cerebro que no logra entender que pasa.
A lo lejos escucho risas y pienso en
que, al igual que yo, la gente anda buscando distracción.
Aquí mis
ojos no disimulan y se ahogan en ese mar vestido de azul.
Recuerdo el malecón
de mi niñez, esa costa brillante y logro entender porqué me siento así.
Luego
de 20 minutos arrastrando unos pies que se hacen cada vez más torpes, me siento
la dueña del mundo, no necesito del mar, ni de su azul, ni de su aroma, ni de
su té.
Solo para recordar que no soy yo quien camina, sino mis ansias y mis
ganas. Pues ya mi cuerpo se rindió y murió ahogado en ese mar azul con aroma de
té.
Este año te veo, malecón...