...Los viejos tiempos, los mejores.
Hace unos días dejé reflejar una sonrisa, al recordar una melodía creada, en dos horas, en un cuarto de estudio, con un personaje que admiro y respeto. Recuerdo la fiebre que teníamos, los inventos en las lyrics y aún me pregunto si tales alguna vez tuvieron sentido. Decía algo como: “mourning my loss with souls of incredible creatures, contacting my consciousness”. Y hoy recuerdo esa frase porque hoy las críaturas increíbles se adueñan de mi cerebro.
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Quizas una llamada a deshora, reprograma mi nostalgia, me enredo en el problema y termino siendo culpable y víctima, provocando mi propia muerte y sirviéndome del vino añejo que dejé reposar un rato embriagado en la locura de ver llegar un viernes, de madrugada, sin mas contratiempo que los que enloquecian mis neuronas.
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Hace también unas cuantas horas, leo una redacción que se asemeja mucho a lo que me toca vivir, y con el respeto del autor, me robo una frase que ha quedado en mi conciencia: “Los viejos tiempos eran mejores”. Quizás, mucho que poco, la hago mía y ahora con ojos vidriosos confirmo una vez más tal teoría. No se mucho de física, prefería quedarme disfrutándole el acento cubano a mi entonces profesor, sin sospechar que un día me cansaría de tal forma de hablar y lucharía por dominar su imposición y evitar me confundieran con cualquier guajirita de Oriente.
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Y es que recuerdo a un padre amante de The Beatles, un hermano marcando territorio en el barrio con ensayos matutinos en su habitación, una tía siempre a la vanguardia de la moda, un abuelo medio complicado pero que se ganaba mi corazón, y una abuela a la que siempre le llevé la contraria y a la que tanto hoy me parezco. Por último, una madre, que entonaba un You got a friend con más sentimiento que la misma Carole King y en la que siempre ví, más que nada, a una cómplice de locuras.
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¿Qué queda de todo eso que fue?
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He ganado tantas cosas, perdido tantas otras. He cruzado al otro lado del río y también regresado, me han llamado a viajes lunáticos y noches bohemias, y no obstante, otras veces he preferido el retiro y la soledad.
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Perdí todo a cambio de palacio y marido, gato con inversión veterinaria y varias deudas de tarjeta para remodelar una casa que quizás nunca fue hogar.
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Ahora sin palacio, ni marido, ni gato y para colmo nuevos gastos, quisiera regresar, perderme en la noche sin luna donde solo mi guitarra entonaba incansablemente lo que brotaba del alma, quisiera volar y engatusar mi corazón con un amanecer en la playa, sentir el rico sabor de un pedazo de jamón con algunas gotas de limón, bajar la cuesta en una bicicleta que nunca aprendí a montar y dejarme llevar por el mundo casi perfecto de un barrio que mataba el hambre, o quizás se mataba del hambre.
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Hoy no queda nada, ya no soy de aquí, ya no soy de allá, lo que dejé no existe y lo que hay me lastima. “I’m mourning myself”, un sábado en la madrugada, en el que una vez más compruebo que “Los viejos tiempos, ya no existen, pero fueron siempre… los mejores”.
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Próximo paso: disfrazarme de olvido, en un país que no es el mío.
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Sleeping Sun-Nightwish Mode...
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