Me sentí en las aguas aquellas, las oscuras, las de tiempos de veranos encarnados, las de luces en faroles blancos, las enlazadas a una tarde templada y olvidada. Recuerdo la brisa que sentí al hacer alusión a aquella atmósfera divina de siglos atrás, donde inocentes mariposas intercambiaban corazón por oro, miradas frustradas ante la dominante repercusión del que te crea las reglas y luego te hace romperlas.
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De lejos se ve el espectaculo arquitectónico, ese que en tardes como las de hoy, alquila cuerpos de gitanos que con castañuelas armonizan la salida de transeuntes criollos y unos cuantos turistas europeos. Pude divisar cómo se cristalizaba el lente fotográfico, el cielo en sus rincones poseia aún, destellos del que ya se echaba a dormir una siesta de horas, eran tridimensionales sus esquemas y la nitidez del agua tranquila, me hizo olvidar la razón primordial por la cual busqué esa vieja creación, en esta tarde.
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Sigue inyectando dosis de tranquilidad, mientras me animo a dar un paso al frente... y olvidar.
los viejos recuerdos pueden refrescar la tarde mas calurosa.
a veces el olvidar tonterias de un día agitado alegra muchos corazones.