De repente se escucha a Cerati con sus tasas sobre el mantel y la lluvia derramada… y que un poco de miel no basta. Y yo que me quedo sin tasa, sin café, sin lluvia y sin miel, lo único que pido en este momento… es ahogar las penas en una coca cola dietética que tanto daño me hace, volver a picar ese pollo empanizado que el microondas me ha dejado recién hecho una vez más, pensar en todo lo pendiente y pedirle a Dios, con el que conversé anoche después de tantos años, que me sane del cuerpo y el alma. Que me arrastre por los rincones de un nuevo renacer, que profundice un poco más y se adapte a mis metas que aun no logro, porque no me verá caer sin antes lograr aquellas que me propuse, con guitarra o sin ella, con voz o sin ella, con sentido de culpabilidad o vulnerabilidad, pues me siento entre el jardín aquel del edén, configurando las razones obvias para correr hacia ti, viéndote en sueños y gimiendo por un poco de paz interior.
Mientras escucho ahora algo mas movido, vuelvo al aroma de la comida que ya no me apetece y busco excusas para hablarte, pues de no haberlas, he de escapar conjugando los verbos jugar y sentir, en una sola palabra que quizás para ti no tenga aun significado, pero que al menos para mí, me mantiene en buen estado. No es fácil ver como el cuerpo decae en una tarde cualquiera, como personas se convierten en figuras geométricas que giran en torno a tu piel mientras desvaneces entre la yerba porque ya te alejas de ti para ir a tomarte de la mano con ese primero que ya mencioné, el jugar… buscando un relajamiento estilo Drexler, un poco de corazones de cisnes que tanto deseo, de esos que te traen tranquilidad. Observo ese lugar del que tanto me hablas, y me propongo empezar a leer lo que de alguna forma me unirá mas a ti, porque ya la palabra necesitar se me hace pesada, y en la incógnita de lo que quiero a diferencia de lo que mi corazón desea, no quisiera que una tarde cualquiera, culminara como ya lo hace ésta.