4 años, 10 meses, 21 días y algunas horas que pisé ya Hialeah. Recuerdo el tren que con paciencia de tortuga nos hizo esperar más de 20 minutos acomodados en el auto y mientras se me iba la mirada en cada vagón, mi corazón latía. Lo impresionante es el bombazo que tuve de ver la gran influencia latina, sobre todo cubana, en los rincones y las esquinas, esperaba ver blanquitos red-neck y rubitos rizitos de oro, sin embargo… Un “ño, que barato” en pintura lumínica reflejado en una pared que hoy día la recuerdo amarilla fue lo que más me impactó ese día. Ya había pisado los Estados Unidos una ocasión anterior, cuando solo era una adolescente con mirada tímida, llevaba en mis espaldas la “prueba superada” de un primer año de estudios en La Salle, con amigos que hoy no les sé el paradero y con unos converse que hoy llevo de nuevo. De ese viaje recuerdo los cultos dominicales, el pato en el restaurant chino y la piscina que mojó mi cuerpo sólo en dos ocasiones. Que tontos somos de chicos, prefería entonar las canciones del último CD de Maryah Carey (iuccc!! Como dice lacxos) que pasármelas en el tremendo Jacusón de agua fría (Sí, hacía casi 100F afuera), mejor no escribo sobre eso.
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Empieza mi adaptación, cambio la batata por el boniato, la yautía por la malanga y dejo de llamar chopo a lo que a partir de hoy es guajiro, conozco la combinación perfecta de un picadillo de res, frijoles negros y plátano (Guineo) a las dos de la mañana y en mi nueva vida de recién casada empiezo a incluir una siesta vespertina que se extiende más horas cada día. Estos trasnoches de comida, mi compañero de entonces trabajando horas extras, el planificar mi vida en tan solo a visitar una oficina fría y aburrida para luego volver a un apartamento vacío y un sorpresivo pero maravilloso embarazo fueron algunas de las causas de unas casi 200 libras que hoy sólo las recuerdo vagamente en mi memoria.
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¿La solución? Quizás algo más que un Atkins…
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Empieza mi adaptación, cambio la batata por el boniato, la yautía por la malanga y dejo de llamar chopo a lo que a partir de hoy es guajiro, conozco la combinación perfecta de un picadillo de res, frijoles negros y plátano (Guineo) a las dos de la mañana y en mi nueva vida de recién casada empiezo a incluir una siesta vespertina que se extiende más horas cada día. Estos trasnoches de comida, mi compañero de entonces trabajando horas extras, el planificar mi vida en tan solo a visitar una oficina fría y aburrida para luego volver a un apartamento vacío y un sorpresivo pero maravilloso embarazo fueron algunas de las causas de unas casi 200 libras que hoy sólo las recuerdo vagamente en mi memoria.
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¿La solución? Quizás algo más que un Atkins…
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Dejo fotos para alegrarles un poquito la tarde…
Dejo fotos para alegrarles un poquito la tarde…
Antes....
Después...
=)
te ves bien como sea